viernes, 27 de noviembre de 2009

Islandeses en Austria

La facilidad para encontrarme gente conocida en otros países cuando viajo no es algo de ahora, siempre ha sido así. En los lugares más insospechados, en los momentos que menos te lo esperas, es entonces cuando aparece alguien que conozco, bien sea un vecino, un amigo de mis padres o, más recientemente, un islandés. Sí, un islandés. Mira que hay pocos y aquí en Viena hay un uno.

La historia es muy curiosa. Resulta que yo voy todos los días a comer a la cafetería de la universidad con mi compañero. Él es austriaco y la verdad es que me ha tocado el típico que cumple todos los tópicos que tenemos de ellos: serio, trabajador, puntual, poco hablador, e incluso pronuncia según el típico chiste de “entren, empujen, estrujen, bajen”. Entre bocado y bocado de un filete empanado que es, teóricamente, uno de los platos estrella austriacos, veo una camiseta que me resulta familiar seguida de una cara de perfil que también me resulta familiar. Por unos segundos dudé y no sabía de qué me sonaba ese chico.

Rápidamente retrocedí un año y 20 grados de temperatura y me situé en Islandia. A este chico le había conocido allí. Hacía su máster en el mismo laboratorio que yo estaba haciendo las prácticas y, aunque no se pasaba mucho por allí, más o menos le conocía. Me entraron las dudas de si sería él o no, y cuando me decidí a ir a hablar con él ya se había ido. Una vez más, como muchas otras, me quedé con la duda de si sería él o no. Pensé que igual era solo alguien que se le parece, y a lo mejor no volvía a verle por allí. Pero, ya se sabe, el mundo es un pañuelo y unos días después me lo volví a encontrar. Entonces sí que me acerqué a saludarlo y, efectivamente, era él. Una vez más, aquí os he confirmado mi facilidad para encontrarme a la gente por el mundo. Así que mucho cuidado, que en el sitio que menos os lo esperéis y cuando menos os lo esperéis allí estaré yo. ¿Casualidad o destino?.

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