jueves, 12 de noviembre de 2009

El efecto-parada y más cosas


Aunque llevo pocos días viviendo aquí ya me he encontrado bastantes cosas características de este país.


Lo primero es el llamado efecto-parada. Esto es, la vida en Viena se reduce a un radio de 200 m de una parada de metro, tranvía o autobús. En esos 200 m se concentran tiendas, supermercados, kioscos, un par de kebabs y puestos que te venden trozos de pizza y perritos calientes (pero estos con mejores salchichas que el famoso puesto al final de Laugavegur en Reykjavik). Al alejarte 100 metros más ya casi no hay nada y si ya te alejas otros 100 vacío total. Puede parecer exagerado, pero es la pura realidad. Sobre todo si viajas de noche aunque no conozcas la zona se ve cuando llega una parada porque empiezas a ver luces encendidas.


En segundo lugar, Viena huele a una mezcla entre kebab y panadería. De hecho si te vas fijando por la calle ( en ese radio de 200 m, que es en el único sitio dónde puedes ver peatones) con un 50% de probabilidad la gente irá comiendo algo, y de ese porcentaje, la mitad será kebab o pizza o perrito caliente, y la otra mitad llevará algún tipo de bollo de panadería, eso sí el acompañamiento suele ser siempre una de esas bebidas con gas que tanto les gustan, tipo zumo de manzana con gas. Nunca verás a nadie con una fruta, un bocadillo de jamón o gominolas.


Y, por último, y lo más sorprendente es cómo se comportan los austriacos en una reunión. El martes por la mañana tenía reunión del laboratorio y una chica exponía su trabajo. Al acabar, yo me disponía a aplaudir cuando todo el mundo empezó a dar puñetazos sobre la mesa. Yo me quedé flipando por unos segundos y pensé que era su forma de quejarse o de decir que no les había gustado. Pero no, todo lo contrario, esa es su manera de aplaudir. Os podéis imaginar mi cara en esos momentos…

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